Anécdota:

MI hijo Ian tiene una hipersensibilidad auditiva que nos ha llevado de cabeza durante muchos años, por la ignorancia que teníamos al respecto. Ir al cine con él era toda una odisea que siempre terminaba en un drama familiar. Cuando conocimos sus características, comenzó a utilizar unos tapones de espuma para los oídos y el drama se terminó, pudiendo, por fin, disfrutar del tiempo de ocio en familia. Con el tiempo, de vez en cuando, yo olvidaba coger los tapones por lo que no tenía más remedio que ponerse los auriculares del móvil y tras varias recriminaciones por su parte le planteé que él ya era lo suficientemente mayor como para prevenir esa necesidad que tenía por su hipersensibilidad auditiva. Dejando, desde mi punto de vista, la responsabilidad en el lugar que correspondía. (Ian tenía entonces más de 20 años y llevábamos unos seis con esta prevención).

A partir de ahí fue él quien comenzó a preocuparse de su dificultad y se ocupaba de recordarme que cogiera unos tapones o los cogía él mismo; y cuando no nos acordábamos ninguno de los dos, ya no se enfadaba, se las arreglaba como he dicho con los auriculares del móvil, que apenas le amortiguaban el sonido. 
No hace demasiado, me di cuenta de que Ian ya no necesita taparse los oídos en el cine, poco a poco, ha ido habituándose a esos cambios de sonidos estridentes que tienen algunas películas. 
Esta adaptación puede haberle costado un año o más y fue a partir de que se hizo él responsable de su dificultad.
Lo cierto es que hacerle responsable a él y olvidarme de coger los tapones ha sido muy positivo para mi hijo, pues esto ha logrado que tenga que adaptarse a la situación, cuando era necesario sin recriminarme nada ni ponerse nervioso. Su actitud en el cine, con respecto al sonido, ahora, es como la de cualquier persona.
Estoy segura de que, si yo hubiese estado pendiente siempre de coger los tapones para evitar los conflictos y no le hubiese hecho comprender que tenía que responsabilizarse de sus problemas y adaptarse a lo que surja. Ian seguiría necesitando sus tapones y enfadándose conmigo y con todos cada vez que se me olvidara cogerlos. 

Ayudemos a nuestros chicos con TEA de la manera que necesitan, sin cerrar nunca la puerta a la posibilidad y necesidad de adaptarse a lo que es habitual en el mundo social en el que viven.